La ciudad hoy en día es un complejo
proceso de transformación. Las relaciones sociales y la fortaleza urbana de los
barrios son cada vez más escasas y fragmentadas. En las ciudades tradicionales,
el Espacio Público es el que da identidad y carácter a la ciudad, el que
permite reconocerla y vivirla en sus sitios urbanos: naturales, culturales y patrimoniales.
Pero hoy podemos llegar a pensar que el espacio público ha dejado de ser un
espacio de oportunidad para la colectividad, sus gobernadores parecen
considerarlo exclusivamente como un espacio problemático y solo actúan para vaciarlo
y prevenir cualquier tipo de problema, limitando todo tipo de actividad
espontánea de los ciudadanos, es decir, poniendo miles y miles de normativas
que nos impiden disfrutar de lo público como es debido. Pero el civismo o
respeto mutuo y el sentimiento de comunidad no se generan entre la población a golpe
de normativa, sino a través de la creación de espacios donde la gente pueda
compartir su tiempo y sus pensamientos. Espacios donde aprender a mediar, a ceder,
a reconocer a los demás en sus diferencias y necesidades.
En la actualidad las poblaciones urbanas se caracterizan
por su elevada diversidad y fragmentación, pues conviven grupos humanos con
diferencias notables en materia de estructura sociodemográfica, estatus
socioeconómico, estilos de vida, pautas de consumo, sistemas de valores,
actitudes, percepciones y preferencias; por lo que ofrecer ese espacio de
convivencia e igualdad es una tarea muy difícil. Los políticos o gobernantes ven
a los espacios públicos como algo políticamente irrentable (no rentable), y por ello actúan en
consecuencia de esto con miedo, poniendo como bien decíamos anteriormente diversas
normativas. Este miedo a perder el control hace que sus decisiones estén encaminadas
a restringir las posibilidades de los espacios y a catalogarlos de manera que
su uso esté definido y acotado, con el fin de hacer frente a la infinidad de
situaciones que se pueden producir en un contexto con tantos elementos
distintos. Están privándonos de esos espacios que como ciudadanos nos
pertenecen por el simple hecho de tener miedo a la rebelión por ejemplo, en vez
de estudiar e investigar las formas de adecuar el contexto para potenciar los
recursos del entorno para la socialización y participación de los ciudadanos.
Esto está provocando que los
ciudadanos cada vez destaquen por su escasa de solidaridad y participación. Los
ciudadanos nos participan y no pueden socializarse, crear nuevos redes sociales
porque el entorno en el que viven está restringido para usos determinados y
para determinados tipos de personas. Lo que conlleva incluso a crear segmentación
poblacional, y a su vez la exclusión social de muchos de sus ciudadanos.
Por
ello, los educadores sociales debemos trabajar como explica Manuel Delgado para
para devolver a los espacios públicos esa función de experimentar
colectivamente y transmitir de manera transparente información local. Pero
también fomentar las relaciones sociales, facilitar el acceso a determinados
recursos, y mediar entre los ciudadanos y el entorno para sacar el mayor partido
posible a nuestras ciudades. Se debe también trabajar para que nuestras
ciudades ofrezcan un diseño donde los ciudadanos puedan interesarse en usar y
disfrutar estos espacios. También diseñar espacios públicos que garanticen el
libre intercambio de información y promuevan la transparencia de la gestión del
propio entorno, es decir, volver a dar a estos espacios un papel fundamental
para la sociedad.
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