domingo, 5 de mayo de 2013

Pensar la ciudad desde una perspectiva educativa


Escuela y comunidad: interculturalidad y acción educativa comunitaria

Cultura y ciudad constituyen hoy un referente obligado en todo discurso educativo. Fuera y dentro de la escuela, la referencia a ambos suele pasar por destacar su papel en el desarrollo de la ciudadanía y de las comunidades. La cultura y la ciudad son también las claves desde las que pensar los factores que favorecen, u obstaculizan, la inclusión social.

En nuestros tiempos, pensar la ciudad desde una perspectiva educativa supone abordar la compleja relación entre los individuos, las comunidades y los espacios públicos; implica también una mirada hacia los servicios y equipamientos que esa ciudad ofrece y, especialmente, las formas de comunicación y relación comunitaria que se producen en ella.

Si bien podríamos pensar que la ciudad, el municipio, en sí mismo y como espacio social, no se conforma a partir de un programa educativo determinado, también podemos considerar que nos educamos en la ciudad, que una parte importante de aquello que nos define, y de aquello en lo que devenimos, tiene que ver con los espacios que habitamos, con lo que ellos nos transmiten y ofrecen, con las formas de comunicación y convivencia que desarrollamos en ellos.

La vida en la ciudad, como lugar de socialidad e identidad, implica numerosas instituciones y sectores sociales, pero es cierto que juntas forman un mosaico particular que confiere entidad y singularidad a cada una de ellas. La cultura de la ciudad es un indicador de desarrollo de la democracia y la ciudadanía.

Crear ciudad se torna entonces en uno de los objetivos de la educación; pensar la ciudad en términos de ciudadanía y representación, de espacio de convivencia y de participación significa atender a modelos plurales de gestión y promoción de la cultura y de las identidades en relación.

Es por ello que consideramos que el sentido de la ciudadanía como objetivo y finalidad pedagógica tiene que ver con el concepto de autonomía individual y está vinculada a la posibilidad de ser el protagonista del propio proyecto de vida. La realización de ese proceso requiere entonces, en primer lugar, de la construcción del vínculo con la ciudad de referencia, como hábitat cotidiano, no como identificación en un sentido abstracto. El vínculo para cada individuo y en todas las edades lo definíamos como aquella identificación que hace posible un doble movimiento: ocuparse de los propios asuntos sin ser interpelado (identitaria o culturalmente, por ejemplo) y participar global y sectorialmente en aquellas áreas de la vida pública de su interés.

Entendemos que la educación puede desarrollar este objetivo en una doble dimensión: de un lado, favorecer la creación de redes ciudadanas y de participación social, de otro, articular a través de la acción educativa espacios para la inclusión social y para el desarrollo de los individuos y colectivos concretos, desde una oferta educativa diversificada y plural en las propias instituciones educativas y participando del resto de instituciones de la comunidad.

Creación de redes informativas.

El primer requisito de la ciudadanía activa es el derecho a la información. Pensar la forma y las redes necesarias para hacer llegar al conjunto de la población toda la información que se produce y gestiona en la ciudad constituye uno de los aspectos ineludibles y un requisito previo de la participación. La información significa conocer todos aquellos aspectos de la ciudad que afectan a la vida ciudadana, a la configuración y al desarrollo de la ciudad. En este sentido, creemos que las instituciones públicas de la ciudad pueden ser los catalizadores entre entidades e instituciones de todos los acontecimientos y actividades, así como las impulsoras de la apertura de las entidades que trabajan en el marco de la ciudad al conjunto de la población. La educación realiza en este caso una labor de mediación entre escuelas, institutos, asociaciones y entidades para su implicación en el conjunto de las actividades ciudadanas y la creación de un proyecto común de ciudadanía.

Espacios de encuentro institucional.

La educación social, creemos, ejerce en esos ámbitos una función mediadora clara en el ámbito de la ciudad entre las instituciones públicas de diferente orden territorial y las entidades privadas, asociaciones e individuos particulares. Esa mediación consiste en la puesta en relación y el desarrollo de proyectos comunes o la colaboración para la gestión de los recursos y el logro de mayores cotas de eficacia en la oferta cultural y educativa.

Consolidación del tejido asociativo de la ciudad y de su impulso desde la escuela.

En muchas ocasiones, las asociaciones y entidades devienen en islas de actividades aisladas y desconectadas entre sí. La tarea educativa en este ámbito se concreta en la realización de proyectos de información-formación, en el asesoramiento y apoyo a estas entidades para el desarrollo de sus actividades, en el trabajo para conseguir su difusión y apertura al conjunto de la población y, al mismo tiempo, para ayudarlas a su inclusión en redes más amplias de participación y gestión de la vida ciudadana.

Normalización de los recursos y los servicios.

Los programas educativos pueden ser un factor de cohesión e integración social de los espacios ciudadanos si los entendemos desde una perspectiva de universalidad y como lugares de encuentro y relación de la diversidad. Desde esta perspectiva, los espacios públicos de la ciudad, y las instituciones y recursos que la constituyen, no pueden convertirse en guetos culturales o sociales. Es decir, desde la educación y sus instituciones es necesario construir proyectos para todos los ciudadanos y ciudadanas, y que éstos sean el lugar para lo común, el lugar donde la diversidad se reúne desde la igualdad de condiciones. Por ello, creemos que es necesario evitar los proyectos identitarios que sectorializan y dividen a la población en función de criterios culturales o de su “problemática” determinada.

Creemos firmemente que si bien la atención en ocasiones debe singularizarse, no debería serlo casi nunca el grupo o la institución desde la que se oferta dicha atención.

Hacer llegar la comunidad a la escuela, partiendo de la idea de que la ciudadanía y la comunidad se construyen desde la infancia y a través de prácticas comunitarias. Así, los indicadores socioculturales que nos permitirían establecer de forma general los objetivos deseables a largo plazo para el desarrollo de la cultura y la ciudadanía en las instituciones educativas estarían definidos por la cantidad y calidad de una red de espacios, instituciones, entidades y personas en interrelación en coordinación con la escuela y que llegaran a ésta:

• Medios de información y comunicación local abiertos a la participación de niños y jóvenes.

• Participación en las actividades culturales del municipio y promoción desde la escuela de acciones culturales plurales para la ciudad.

• Desarrollo de programas educativos participativos para niños y niñas y jóvenes como “La ciudad de los niños o ciudad educadora”.

• Redes de asociacionismo y participación social fomentadas desde la escuela que promuevan la implicación de la comunidad educativa en los asuntos públicos de la ciudad.

De la comunidad hacia la escuela. Implicar a la comunidad educativa en la ciudad y el ejercicio plural de la ciudadanía:

• La mediación social y cultural. Promover acciones de comunicación intercultural y de acogida de nuevos vecinos de forma global y en colaboración entre las diferentes instituciones educativas y municipales.

• La formación cultural y artística. Poner en marcha proyectos educativos y de formación relacionados con la difusión y la creación cultural desde una perspectiva intercultural.

• Implicar la oferta de los equipamientos socioculturales y sus recursos a la escuela, potenciando el trabajo en red y la transversalidad cultural de su oferta.

• La promoción de redes ciudadanas que favorezcan la inclusión y la participación social de los recién llegados desde la infancia, den visibilidad a las iniciativas de colectivos y entidades locales y las ayuden en su formación técnica y en el desarrollo de sus actividades.

• El desarrollo de proyectos educativos y culturales coordinados entre escuela- comunidad que den visibilidad y prestigio al trabajo realizado en las instituciones educativas y a su realidad plural.

• La articulación de lo local y lo global. Una función en la que el educador o educadora se convierte en un facilitador de conocimientos, información y recursos para el municipio y sus instituciones.


Rosa Marí Ytarte

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