Escuela y comunidad: interculturalidad y acción educativa comunitaria
Cultura y ciudad
constituyen hoy un referente obligado en todo discurso educativo. Fuera y
dentro de la escuela, la referencia a ambos suele pasar por destacar su papel
en el desarrollo de la ciudadanía y de las comunidades. La cultura y la ciudad
son también las claves desde las que pensar los factores que favorecen, u
obstaculizan, la inclusión social.
En nuestros
tiempos, pensar la ciudad desde una perspectiva educativa supone abordar la
compleja relación entre los individuos, las comunidades y los espacios
públicos; implica también una mirada hacia los servicios y equipamientos que
esa ciudad ofrece y, especialmente, las formas de comunicación y relación
comunitaria que se producen en ella.
Si bien podríamos
pensar que la ciudad, el municipio, en sí mismo y como espacio social, no se
conforma a partir de un programa educativo determinado, también podemos
considerar que nos educamos en la ciudad, que una parte importante de aquello
que nos define, y de aquello en lo que devenimos, tiene que ver con los
espacios que habitamos, con lo que ellos nos transmiten y ofrecen, con las
formas de comunicación y convivencia que desarrollamos en ellos.
La vida en la
ciudad, como lugar de socialidad e identidad, implica numerosas instituciones y
sectores sociales, pero es cierto que juntas forman un mosaico particular que
confiere entidad y singularidad a cada una de ellas. La cultura de la ciudad es
un indicador de desarrollo de la democracia y la ciudadanía.
Crear ciudad se
torna entonces en uno de los objetivos de la educación; pensar la ciudad en
términos de ciudadanía y representación, de espacio de convivencia y de
participación significa atender a modelos plurales de gestión y promoción de la
cultura y de las identidades en relación.
Es por ello que
consideramos que el sentido de la ciudadanía como objetivo y finalidad
pedagógica tiene que ver con el concepto de autonomía individual y está
vinculada a la posibilidad de ser el protagonista del propio proyecto de vida.
La realización de ese proceso requiere entonces, en primer lugar, de la
construcción del vínculo con la ciudad de referencia, como hábitat cotidiano,
no como identificación en un sentido abstracto. El vínculo para cada individuo
y en todas las edades lo definíamos como aquella identificación que hace
posible un doble movimiento: ocuparse de los propios asuntos sin ser
interpelado (identitaria o culturalmente, por ejemplo) y participar global y
sectorialmente en aquellas áreas de la vida pública de su interés.
Entendemos que la
educación puede desarrollar este objetivo en una doble dimensión: de un lado,
favorecer la creación de redes ciudadanas y de participación social, de otro,
articular a través de la acción educativa espacios para la inclusión social y
para el desarrollo de los individuos y colectivos concretos, desde una oferta
educativa diversificada y plural en las propias instituciones educativas y
participando del resto de instituciones de la comunidad.
Creación de redes
informativas.
El primer
requisito de la ciudadanía activa es el derecho a la información. Pensar la
forma y las redes necesarias para hacer llegar al conjunto de la población toda
la información que se produce y gestiona en la ciudad constituye uno de los
aspectos ineludibles y un requisito previo de la participación. La información
significa conocer todos aquellos aspectos de la ciudad que afectan a la vida
ciudadana, a la configuración y al desarrollo de la ciudad. En este sentido,
creemos que las instituciones públicas de la ciudad pueden ser los
catalizadores entre entidades e instituciones de todos los acontecimientos y
actividades, así como las impulsoras de la apertura de las entidades que
trabajan en el marco de la ciudad al conjunto de la población. La educación
realiza en este caso una labor de mediación entre escuelas, institutos,
asociaciones y entidades para su implicación en el conjunto de las actividades
ciudadanas y la creación de un proyecto común de ciudadanía.
Espacios de
encuentro institucional.
La educación
social, creemos, ejerce en esos ámbitos una función mediadora clara en el
ámbito de la ciudad entre las instituciones públicas de diferente orden
territorial y las entidades privadas, asociaciones e individuos particulares.
Esa mediación consiste en la puesta en relación y el desarrollo de proyectos
comunes o la colaboración para la gestión de los recursos y el logro de mayores
cotas de eficacia en la oferta cultural y educativa.
Consolidación del
tejido asociativo de la ciudad y de su impulso desde la escuela.
En muchas
ocasiones, las asociaciones y entidades devienen en islas de actividades
aisladas y desconectadas entre sí. La tarea educativa en este ámbito se
concreta en la realización de proyectos de información-formación, en el
asesoramiento y apoyo a estas entidades para el desarrollo de sus actividades,
en el trabajo para conseguir su difusión y apertura al conjunto de la población
y, al mismo tiempo, para ayudarlas a su inclusión en redes más amplias de
participación y gestión de la vida ciudadana.
Normalización de
los recursos y los servicios.
Los programas
educativos pueden ser un factor de cohesión e integración social de los
espacios ciudadanos si los entendemos desde una perspectiva de universalidad y
como lugares de encuentro y relación de la diversidad. Desde esta perspectiva,
los espacios públicos de la ciudad, y las instituciones y recursos que la
constituyen, no pueden convertirse en guetos culturales o sociales. Es decir,
desde la educación y sus instituciones es necesario construir proyectos para
todos los ciudadanos y ciudadanas, y que éstos sean el lugar para lo común, el
lugar donde la diversidad se reúne desde la igualdad de condiciones. Por ello,
creemos que es necesario evitar los proyectos identitarios que sectorializan y
dividen a la población en función de criterios culturales o de su
“problemática” determinada.
Creemos
firmemente que si bien la atención en ocasiones debe singularizarse, no debería
serlo casi nunca el grupo o la institución desde la que se oferta dicha
atención.
Hacer llegar la
comunidad a la escuela, partiendo de la idea de que la ciudadanía y la
comunidad se construyen desde la infancia y a través de prácticas comunitarias.
Así, los indicadores socioculturales que nos permitirían establecer de forma
general los objetivos deseables a largo plazo para el desarrollo de la cultura
y la ciudadanía en las instituciones educativas estarían definidos por la
cantidad y calidad de una red de espacios, instituciones, entidades y personas
en interrelación en coordinación con la escuela y que llegaran a ésta:
• Medios de
información y comunicación local abiertos a la participación de niños y
jóvenes.
• Participación
en las actividades culturales del municipio y promoción desde la escuela de
acciones culturales plurales para la ciudad.
• Desarrollo de
programas educativos participativos para niños y niñas y jóvenes como “La
ciudad de los niños o ciudad educadora”.
• Redes de
asociacionismo y participación social fomentadas desde la escuela que promuevan
la implicación de la comunidad educativa en los asuntos públicos de la ciudad.
De la comunidad
hacia la escuela. Implicar a la comunidad educativa en la ciudad y el ejercicio
plural de la ciudadanía:
• La mediación
social y cultural. Promover acciones de comunicación intercultural y de acogida
de nuevos vecinos de forma global y en colaboración entre las diferentes
instituciones educativas y municipales.
• La formación
cultural y artística. Poner en marcha proyectos educativos y de formación
relacionados con la difusión y la creación cultural desde una perspectiva
intercultural.
• Implicar la
oferta de los equipamientos socioculturales y sus recursos a la escuela,
potenciando el trabajo en red y la transversalidad cultural de su oferta.
• La promoción de
redes ciudadanas que favorezcan la inclusión y la participación social de los
recién llegados desde la infancia, den visibilidad a las iniciativas de
colectivos y entidades locales y las ayuden en su formación técnica y en el
desarrollo de sus actividades.
• El desarrollo
de proyectos educativos y culturales coordinados entre escuela- comunidad que
den visibilidad y prestigio al trabajo realizado en las instituciones
educativas y a su realidad plural.
• La articulación
de lo local y lo global. Una función en la que el educador o educadora se
convierte en un facilitador de conocimientos, información y recursos para el
municipio y sus instituciones.
Rosa
Marí Ytarte
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