Cuando la cultura asoma por la puerta,
la educación salta por la ventana
La primera constatación, es que la educación y la cultura son dimensiones operativas de los procesos de construcción del conocimiento. La esfera de la educación da lugar a cuerpos de maestros formados homogéneamente en escuelas “normales”, repartidas por todo el país, dispuestos a impartir currículo idéntico a niños que viven en ciudades y pueblos distantes y que a su vez son distintos entre ellos, y en la esfera de la cultura, se dará lugar a un modelo semejante en cuanto a la intención, aunque de alcance mucho más limitado; se establecerá reglamentos y medidas de policía patrimonial para la tutela del patrimonio inmueble, se crearan establecimientos especializados (museos, bibliotecas...) para el patrimonio material, y en cuando al inmaterial (teatro, danza, música) se pondrá un énfasis especial en la conservación y la transmisión de las técnicas que hacen posible dicha re-presentación.
La noción de servicio público, en el marco de las políticas educativas, dará pie a un nuevo paradigma de intervención, el de la formación permanente, determinado por dos características fundamentales:
- La consideración de la formación como un proceso continúo a lo largo de la vida de las personas.
- La concepción de la escuela como un verdadero centro de recursos para la formación de las personas, ampliando horarios y sus propuestas hasta lo “extra-escolar”, fines de semana, actividades vacacionales...
Las políticas públicas para la cultura, cifrarán el imperativo de servicios públicos característico del Estado de Bienestar mediante un nuevo paradigma, el de la democratización de la cultura, superador de las características del modelo de la cultura patrimonial. Lo primordial es transformar la cultura en un servicio público accesible para la mayoría de la población, acercando la cultura al ciudadano (casas de la cultura), y proporcionando recursos a la población para que la apropiación de la oferta cultural sea satisfactoria.
Estamos ante una segunda generación de políticas educativas y culturales, cuyo móvil fundamental es el servicio público y cuyo criterio de intervención fundamental es la eficacia.
Por otro lado, la escuela, se define cada vez menos como instrumento educador, pasando a ser cada vez más el modesto catalizador de un complejo entramado de aprendizajes vehiculados a través de instrumentos cada vez más heterogéneos, como los medios de comunicación o la densidad de la vida urbana.
Si para la democratización de la cultura la tarea central es acercar las artes a los ciudadanos, la democracia cultural aspira a desvelar las potencialidades culturales de la ciudadanía, implicándola en el desarrollo de su propio entorno.
“La cultura necesita saltar los muros de los equipamientos, salir a la calle y mezclarse con las restantes dinámicas urbanas, implicando las capacidades de actuación de los demás, tanto de la sociedad civil como de la iniciativa privada”
Las asignaturas pendientes desde la óptica de la cultura y la educación son:
-Formación continuada para personas adultas
-Educación artística
-Enseñar a leer
-Cultura científico-técnica
-Reinvención de la “extensión universitaria”
-Nuevos centros de recursos educativos y culturales
-Nuevo lugar para la educación y la cultura en políticas activas de juventud
-Dignificación de la cultura escolar
-Nueva generación de espacios para la educación y la cultura.
Gómez de la Iglesia, Roberto (ED)
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